- Área: 300 m²
- Año: 2018
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Fotografías:Lorena Darquea Schettini
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Proveedores: BLOQUE NEGRO, Kubiec
“Concebir la arquitectura a partir de la idea de habitar significa construir el espacio desde dentro, no desde fuera, como acto exterior y distanciado, esta inversión de la mirada permite resistirse a la idea de la forma.”
(Anne Lacaton, 2017)
Un desafío para cualquier proyectista es el enfrentarse a un entorno en el que el paisaje se muestra preponderante y ante el cual ninguna intervención pasará desapercibida, para los ojos críticos, condenará a los autores al cielo o al infierno. No cabe duda que el responsable quehacer arquitectónico en los Andes equinocciales requiere un agudo conocimiento del territorio pero, por sobre todo, es necesaria la prolija continuidad de acertadas decisiones.
Mikhuna Trade es una empresa nueva que provee al mundo productos orgánicos, a partir de la quinua y el amaranto de pequeños productores ecuatorianos. Productos que preservan el medio ambiente y evitan el uso de sustancias químicas. En la necesidad de un nuevo espacio han encontrado a poca distancia de la mismísima Mitad del Mundo, en estrecha relación con el volcán Pululahua, un lugar para su nueva sede y son TEC Taller EC los arquitectos que desarrollaron el encargo.
Ante la complejidad del reto la propuesta es sencilla. En el terreno de 6000 m2, un volumen de aproximadamente 300 m2, se abre al cielo para bañar el interior de luz. Una empresa en crecimiento necesita proyectarse al futuro y la repetición del módulo permitiría una progresión espacial. Ahora nos encontramos con tres módulos sucesivos abiertos al firmamento, una apuesta por el sentido común, cargado de un altísimo grado de sofisticación y de reflexión.
“Las experiencias arquitectónicas profundas son acciones, no objetos” (Pallasmaa, 2016).
TEC Taller EC no ha diseñado el objeto, sino los caminos que conducen a él, han entendido el entorno en su fenomenología, el encargo en su dimensión temporal y el interés de añadir un elemento poético a lo racional.
Se trata de una estructura libre y espaciosa, una carcasa compuesta por un basamento de bloque negro de cemento y una cubierta metálica que en conjunto consigue, con la mínima materia posible, la máxima cantidad de metros cúbicos habitables además de calentar, proteger del viento, ventilar, proporcionar sombra y aislar. Una respuesta ante la tipología de fábrica industrial de cubierta con cumbrero muy común en la región.
El programa arquitectónico se divide en dos espacios; uno que alberga toda la parte rígida de oficinas y zona húmeda, y el segundo, que alberga la maquinaria donde tiene lugar la actividad principal del proyecto con el desarrollo de productos de quinua. El espacio resultante no fue concebido como un objeto, sino como un ejercicio de valoración de fenómenos y realidades en respuestas a los requerimientos del encargo y al lugar de emplazamiento. Ha sido, la prolija lectura de la información y su correcta interpretación, las que determinan el sistema que ordena el volumen que se lee y trabaja en sección.
Al interior los rayos del sol han sido interceptados, se está a la sombra sin haber perdido la luz, en una volumetría interna que permite diferentes alturas bajo una luz homogénea. El espacio funciona a modo de un invernadero abierto al sureste, captando los rayos de sol de las primeras horas de la mañana para que no sea necesario calentar el espacio interior usando otros medios. Por esta razón el consumo energético es muy bajo. “El sol es desde lejos el mejor calefactor, la mejor fuente de luz y la más agradable” (Anne Lacaton, 2017).
Desde el exterior la arquitectura no se esfuerza por desaparecer, se percibe ordenada como producto de sus lógicas interiores enfocando la relación entre el interior y el exterior a través de la apertura superior. Se imagina como una correspondencia de conexión, de intercambio y de paso, una aproximación al clima a través de la estructura, a la naturaleza como un hecho, como un fenómeno, y no solo como imagen.